NO DEBEMOS OLVIDAR

Que alguna vez fuimos niños y que nuestros días se vistieron de travesuras.
Que más de una vez por querer jugar a alguien pudimos golpear, sin querer, en el apuro de ser el primero por empezar. Pero que también pedimos disculpas y volvimos a comenzar.
Que al amigo que lastimamos lo abrazamos y también con él supimos llorar por el dolor que le causamos, sin querer, al intentar jugar.
Que nuestras peleas entre amigos duraban unos segundos, el segundo de enojo, y al rato otra vez reíamos juntos. A veces nuestros padres se peleaban por nosotros y nos separaban, pero esa no era la solución, éramos nosotros quienes debíamos arreglar nuestras peleas para crecer con determinación.
Que alguna vez quisimos llamar la atención, con una broma o una payasada para que alguien nos diera su amor, y recibimos un reto por no entender la intención.
Hoy de grandes nos olvidamos lo que hacíamos de niños y nos olvidamos que en vez de un grito es más fácil una palabra suave, para hacer entender que una conducta no es apropiada.


Nos olvidamos que cada niño es único y con una historia que marca su vida como un cristal tallado en una fábrica, que por mas que se pula, las heridas hechas quedan señalando su alma. Que no todos los niños tienen la misma suerte de ser deseados y nacer en un hogar que los espera y no todos al nacer tienen una familia que lo contenga.
Cada niño como decía un poeta es una biblioteca vacía, cuando nace y en el transcurso de su vida se van almacenando los libros. Tendrá libros de cuentos y poesía y creerá en la fantasía y tendrá sueños; de muerte y dolor, escrito por algún ser querido; de novelas y será romántico o tal vez libros con hojas blancas que irá escribiendo el mismo con su vida.


Por eso no debemos olvidar que fuimos niños y que también hicimos travesuras y que dependieron de la forma en que nos educaron, de la forma que nos censuraron, de la forma que nos hicieron ver la vida.