
La noche caía suave sobre su piel
la luna apenas iluminaba su rostro
y yo como una gata en celo
me lancé sobre mi presa.
Quedó inmóvil,
su imagen se grabó en mis pupilas
aún hoy lo recuerdo
y atinó a hablarme muy quedo.
- Eres una niña... no puedo amarte
El no sabía que mi cuerpo se consumía
en el fuego de ese amor prohibido
prohibido por los demás.
Veinte años.... nos diferenciaban
y mi cuerpo alocado lo deseaba
lentamente me consumía
e imaginaba sus labios, sobre mis labios
y nuestra piel amalgamada.
Lo amaba... qué me importaba!!!
Las primaveras pasadas,
la lluvia ya seca del verano,
si mi piel lo soñaba.
El no entendía... que era posible el amor
que una gaviota puede amar un gorrión
como el mar a la costa,
como la luna al sol....
así era mi amor.
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