
Cuando se viene al mundo, se viene a descubrir un montón de cosas nuevas, se viene a aprehender, a sufrir, a llorar de emoción, de amor o de dolor, en definitiva se viene a aprehender a vivir.
Mientras estamos con nuestros padres tratan de que no crezcamos de golpe, sino despacio para que no conozcamos el dolor y el sufrimiento y mientras se es niño nos enseñan que la muerte es pasar a vivir en el cielo y que en cada estrella vive algún ser querido y nos conformamos con ese cuento.
Cuando somos adultos emitamos las conductas aprehendidas y se las enseñamos a nuestros hijos. Con la muerte de nuestros padres volvemoas a mirar las estrellas como cuando buscábamos a nuestros abuelos, pero esta vez buscamos a los abuelos de nuestros hijos.
Es todo una cadena de emociones, sensaciones y lágrimas contenidas y alguna vez serán nuestros hijos quienes nos busquen en las estrellas.
Ahí entonces nosotros seremos su estrella guía desde el cielo, alumbrando el camino que deberán tomar ellos y nuestros nietos.
Primero fuimos hijos:
educados, inquietos, obedientes y algunos reveldes,
otros atropellados ante la vida y algunos fuimos piratas del destino.
otros cenicientas o príncipes o tal vez mendigos
según el destino y el hogar donde nacimos fue nuestra manera de ser.
Sumisos, vergonzosos, delirantes y altaneros,
Egocentristas, mandones u obedientes,
Pero después de todo fuimos lo que quisimos ser,
Corrigiendo nuestros errores o los errores de nuestros padres.

Ahora solo queda enseñar a vivir a nuestros retoños de la mejor manera posible, sin engaños ni mentiras, si disfrazar la verdad para no hacerles mas daño, dandoles el amor que se merecer por ser parte de nuestras vidas, por ser el fruto de nuestro amor. Ahora que soy madre comprendo muchas actitudes de mis padres ya que las he repetido y mis hijos me dicen lo mismo que le día yo a los míos, pero que hoy agradezco lo que hicieron por mí con sus aciertos y errores y algún día dirán lo mismo de mí, como les dije esto es una cadena interminable.