
El Rey León
Todo sucedió, un día en el bosque… hubo una reunión muy seria, había un grupo de animales que no estaban de acuerdo como los trataba el rey León.
- ¡No nos deja hablar! - dijo un loro barranquero – y critica que pregunto cuando me dicen algo
- ¡No acepta el color de mi pelaje! - repitió un tigre blanco – dice que soy un experimento
- ¡A mí no me quiere porque soy gordo! - exclamó el hipopótamo
- ¡A mí por que soy travieso! - acotó un mono tití
- ¡A mi me critica porque soy negro! – repitió una pantera negra
- ¡de mi dice que soy lerda! – grito una tortuga
- ¡A mi porque recuerdo todo! – interrumpio un elefante
- Ninguno de nosotros es normal para el rey - dijo un ciervo viejo que había quedado tuerto, por una bala de un cazador.
- ¿Qué le pasa al rey león que no comprende que nunca existió ni existirán dos animales iguales? ¡Pues todos somos únicos! - dijo un Pudú, un ciervo enano prehistórico.
Todos los animales estaban tristes porque el rey León se creía superior a todos los animales por el solo hecho de ser el rey.
- ¿Pero quién le va a decir al león que está equivocado? – preguntó una ardilla
Todos se miraron, se señalaban y nadie era valiente, nadie se animaba a enfrentar al rey
De pronto, entre los matorrales, se escucho un crujir de ramas que se quebraban, las aves salían volando, los conejos corrían y los teros gritaban.
En la reunión, todos guardaron silencio, se miraron con miedo, algunos temblaron, los ñandúes escondieron la cabeza en la tierra, como hacen cuando tienen miedo; los topos, los cuises, las hormigas se enterraron lo más rápido posible que pudieron.
- ¿Qué pasa aquí? - rugió el león que mientras esperaba una respuesta, se afilaba las uñas en un árbol; como presumiendo de su poder y podía de un zarpazo ¡comérselos!
- Naaadaaa – dijo un conejo tartamudo – señor leeeón.
- ¡Qué dijiste! - repitió
- SSSilencio – dijo una serpiente, silbando con su lengua – qué el rey pregunta ¿Qué pasa?
Mientras en un rincón del bosque un cachorro de guepardo también llamado Chita dialogaba con su mamá.
- Yo me animo, mami
- ¡No! sos demasiado chiquito para meterte en problemas.
- Pero… ¡mamá! quiero darle una lección al señor rey, él siempre se ríe de mí porque no tengo papá, pero eso no me hace cobarde ni menos que los otros animales del bosque…
La mamá con los ojos llenos de lágrimas besó a su cachorro, se le salía el corazón. Y al cachorro le daba más confianza que su mama´crea en él.
- Yo le digo lo que pensamos todos y salgo corriendo hasta la ciudad, como está viejo no me alcanzará, y además somos los animales más veloces, con los primeros saltos que dé lo dejaré muy lejos para que pueda atraparme.
- Yo te ayudo – dijo el hipopótamo – le pongo el pie para que tropiece.
Entonces desde las ramas de un árbol el guepardo se preparó para hablar.
- ¡Señor Rey!, ¡señor Rey! yo le voy a decir que pasa.
El león miraba para todos lados, giraba su cara y la melena le volaba con la brisa, una mona vieja se la había peinado esa tarde.
- ¿Dónde estás? preséntate ante tu rey.
- No, no, primero me escuchará.
- Todos los animales del bosque pensamos que eres injusto, cuando te burlas de nosotros, que no respetas nuestros derechos, que nos prohibes lo que nos corresponde, que haces que nos peleemos entre nosotros por chismes, que inventas cuando nos ves jugar felices, que eres egoísta cuando no compartes tu alimentos, cuando somos nosotros quienes lo traemos, que eres mentiroso, que discriminas cuando no aceptas que cada uno de nosotros sea único y especial y que no sabes mirar nuestra belleza interior, cuando nos tratas de experimento, de gordos, de flacos, de traviesos, pero ante todo somos animales que sentimos, que sufrimos y que necesitamos que nos traten bien… Nadie se ha quejado que como rey eres un haragán, porque nunca buscas tu alimento, un mal padre, porque no cuidas tus cachorros, un mal esposo porque no cuidas a tu esposa de los peligros del bosque y sin embargo te queremos y te respetamos porque eres el rey.
Mientras iba diciendo esto el guepardo iba bajando de rama en rama, los animales escuchaban con atención y sus ojitos se llenaban de lágrimas, el guepardo estaba pronto a correr, en eso el león rugió tan, pero tan fuerte que todo el bosque quedó en silencio… No se escuchaba ni un solo ruido, hasta se había detenido la cascada del río para no hacer ruido… los animales que estaban en la reunión quedaron como estatuas.
Después del rugido, vino un llanto ensordecedor…
- ¡perdón!, ¡perdón! – decía el rey – no me di cuenta que los lastimaba.
El guepardo se abrazó a su mamá quien le dijo
“La aceptación de los demás es un pilar de la solidaridad y hay que enseñar a valorarse y valorar a los otros sin juzgar: para poder ver y conocer más allá de las diferencias.”
Susana Beatriz Cuello
(del Libro “Cuentos y consejos para mis hijos” Susana B. Cuello